lunes, 3 de marzo de 2008

Deseo

No hay elipse femenina que no sirva al humor de cualquier semejante varón. El instinto lascivo sacude sentidos y reencuentra mordiscos, sudor y giros. La tersa presa huye de sus propensiones deseando ser culpable y acusador.

Los ojos se encuentran y esconden. La ropa áspera encubre la timidez lista a cualquier invasión. Las manos urgen del calor de otra sangre. Los cabellos se alzan a cada centímetro del pensamiento. Los gritos se ahogan bajo las sombras de la discreción y la imaginación congela dos retratos con la promesa de la felicidad.

Las distancias desaparecen entre los pómulos. Todos los sentidos se ensanchan para evaporarse al sonido de un beso casual. Las paredes del ascensor se abren.

— Hola, buenos días Daniela…
— Hola, Vanesa ¿cómo te va?... ¿qué tal el fin de semana?
— Bien, bien…



1 comentario:

lenin pérez pérez dijo...

Hace unos veinte años, siendo guía del Ateneo de Caracas, me topé en un ascensor con Dianela Urdaneta, si mal no recuerdo su nombre, quien para entonces trabajaba en Venezolana de Televisión.
¿Puedo decirle algo?; Sí claro, me dijo con aplomo. Mi papá y yo vemos el noticiero juntos
-proseguí- y una de estas noches llegamos a un acuerdo, tiene usted una voz tan linda que, aun mostrándonos el más espantoso accidente por la tele, cuando habla de "muertos", parece que dijera "heridos". Claro estaba yo en que no era su ring y me bajé en el piso tres, corriendo.


Excelente tu nota querido Euclides, sobretodo esa frase tan determinante que nos introduce al viaje de tu texto: "No hay elipse femenina que no sirva al humor de cualquier semejante varón". Carajo!!! Tienes el don de dar justo en esos insihgts que detonan muchas de las vainas que creía extraviadas en mis desordenados recuerdos. Gracias por la Fitina querido amigo.