miércoles, 8 de junio de 2011

No pintes angelitos bellos

Con tu permiso Andrés Eloy...




¡Ah mundo! La negra Juana,
¡la mano que le pasó!
Se le murió su angelito;
sí, señor.

—¡Ay compadrito del alma,
tan sano que era el negro!
Yo acataba el pliegue,
yo no miraba el hierro;
aunque yo me enflaquecía,
yo di hasta mi cuerpo,
se me iba poniendo bueno,
bueno para todo el pueblo.



Se me murió mi chamito
Dios lo tendría dispuesto;
ya lo tendrá colocao
como angelitos del cielo.

—Lo siento mucho, comadre,
hoy le tocó a su angelito bello.
Pintor de santos de alcoba,
cantor sin tierra en el pecho,
que cuando pintas tus santos
te acuerdas de tu pueblo;
que cuando pintas tus vírgenes
pintas ángeles buenos,
pero no hacen falta ya

pintar más angelitos bellos.


Pintor nacido en mi tierra,
con el pincel extranjero;
cantor que sigues el rumbo
de tantos cantores viejos,
aunque la Virgen sea buena,
no pintes angelitos bellos.

Hoy hay un cantor que pinta
angelitos de mi pueblo.
Yo no quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Ángeles de buena familia
hay bastante en mi cielo.

Hoy hay un pintor de santos,
hoy hay un cantor de cielos,
que hacen infierno en mi tierra
con los tonos de mi pueblo,
con sus angelitos de perla fina,
con sus angelitos de medio pelo,
con sus angelitos catires,
con sus angelitos morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros,
que van disparando mangos
por las barriadas del cielo.

Si al cielo voy algún día,
tengo que hallarlos en el cielo,
angeliticos del diablo,
serafínes cucuruseros.

Ya sabes pintar tu tierra,
así con el rojo de tu cielo,
con el rojo que tuesta diestros,
con el rojo que suda izquierdos,
porque para eso lo tienes
revoltosos y de los buenos.
Aunque la virgen sea buena,
no pintes angelitos bellos.

Hoy hay iglesias de rumbo,
hoy hay iglesias de pueblo
donde han dejado entrar
al cuadro angelitos bellos.
Y entonces, ¿cuantos más,
angelitos de mi pueblo,
estudiantes de Guaribe,
deportistas de Barlovento?

Cantor que pintas tu tierra,
si quieres pintar tu cielo,
cuando pintes angelitos
acuérdate de tu pueblo,
y al lado del ángel rubio,
y junto al ángel trigueño,
ya no hacen falta más,
no pintes angelitos bellos.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Mulholland Dr.







Lleva años, al menos a mí, desarrollar una conciencia surrealista. Ese es el sabor que me quedó después de volver a ver Mulholland Dr de David Lynch. Si les pasa como a mí, van a ver una película que rompe con toda estructura narrativa y se descompone escena tras escena para luego cobrar cierto sentido en los últimos minutos de la película. Les advierto, esta película no es para mentes trasnochadas inundadas de Redbull.




Como en toda obra de arte hay escenas de gran satisfacción inmediata, como el beso entre Naomi Watts y Laura Elena Harring, semidesnudas, que pone al borde de la silla al más desinteresado. La escena estilo Tarantino (para no referencia a Brian de Palma) de un asesino torpe me arrancó una carcajada. Pero esta obra de arte es definitivamente mayor que la suma de sus partes.




Trasgredir las fronteras entre lo real y lo imaginario, el sueño y la vigilia, los deseos y los hechos, es la dicotomía que Lynch maneja magistralmente, y es algo que ahora aprecio. Antes me parecían simplemente desconexiones caprichosamente unidas por cada quien en la audiencia. Dalí debe estar ignorándome en su tumba.




Y para cerrar: el sonido. Se convierte simplemente en otro narrador, en perspectivas, en emociones de los personajes, y por supuesto es tremenda palanca para mantener la tensión dramática.




Sin más, espero disfruten al gran David Lynch y su Mulholland Dr.







Un regalo visual de Floria Sigismondi



Katy Perry como Alien... Enjoy...

lunes, 14 de febrero de 2011

jueves, 23 de diciembre de 2010

Carta a Santa


Dear Santa, (porque debes ser gringo)

Primero me disculpo por todos estos años en los que no te escribí. Decidí que fui muy malo todo este tiempo y me autocensuré. Pero este año es diferente. Si míster, mis hijas tienen 6 y 2 años, y veo con preocupación cómo te admiran. No te confundas, no son celos los que me mueven, es mi legítima preocupación como padre de que tú puedas dañar su inocencia. Bueno, yo también he colaborado.

Te escribo para que hagas tu trabajo. Que cumplas con lo que pregonas y realmente les entregues un regalo a todos los niños del mundo. Para mantener los costos bajo control te lo voy a hacer más fácil: un regalo a todos los niños menores de 6 años (a los 7 ya están cínicos como un limón) Yo quiero que cada niño bueno o malo de este mundo reciba lo que te pidió en la noche del 24 de Diciembre, nada de discriminación y nada de dejarle el trabajo a los reyes magos.

Como padre ahora entiendo la importancia de tu labor y por ende me ofrezco como voluntario. Ojo, no esperes que me vista de elfo ni que me ponga ningún poncho. Yo cumplo con mi parte y mantengo a mis hijas lejos de Wikileaks o Wikipedia (para que no se enteren de que tu personaje lo hizo popular el gran caricaturista americano Thomas Nast) y procuro que el arbolito este completo para la ocasión. Yo ayudo aquí, y la verdad en esta urbanización creo que todos los niños van a tener un regalo. Pero para estar seguros igual manda a alguien, los padres son muy creativos y no queremos que mis niñas conozcan a niños que no reciben regalos o peor niños que reciben cosas que no pidieron.

Mantengo la petición en el campo de lo material porque sabemos lo pésimo que eres para influir en el corazón de los hombres y las mujeres con regalos más espirituales como mantener familias unidas, resolver conflictos bélicos, detener genocidios, evitar catástrofes naturales y aliviar las hambrunas del mundo. Solo pido por una noche hacer felices a todos los niños menores de 6 años en TODA la tierra. No porque en el hemisferio sur no haya nieve no significa que no vas a mandar a tu gente. No se, convierte los renos en canguros, perros o elefantes, se creativo.

Un abrazo,
Anónimo

martes, 24 de agosto de 2010

Eppur si muore non joda!!!


Eppur si muove o E pur si muove (pero se mueve, en español) es la polémica frase que según la tradición Galileo Galilei pronunció después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición.

Quién diría que después de casi 400 años en Venezuela el heliocentrismo se transformaría en socialismo, y los tribunales de la república en la Santa Inquisición. En esta obra la escenografía cambia, los personajes no, y el guión sigue sin resolver el conflicto. Definitivamente la historia es cíclica.

En Venezuela las demostraciones de nuestra podrida realidad son innegables. En su momento Galileo confrontó la evidencia científica contra los dogmas de Fe. Hoy El Nacional con una foto desafió el dogma de una ideología socialista salvadora de la humanidad. Una ideología convertida en religión que exalta al líder y todo lo que dice y hace. ¿Y que hacen los ideologos? Desestiman la verdad y acusan de manipulador al manipulado.

La inquisición condenaría a muerte a Galileo si no se retractaba que la Tierra no giraba alrededor del Sol sino al revés. En el supuesto negado de que le tocara abjurar a Miguel Henrique Otero, entonces diría: Eppur si muore non joda!!!

sábado, 16 de enero de 2010

Las Reputaciones

“No hay hombre grande para su ayuda de cámara”

ayuda de cámara.

1. m. Criado cuyo principal oficio es cuidar del vestido de su amo.

El loco Landaeta, sin plagiar á Cervantes, decía, cada hombre es lo que los demás quieren que sea.

Y tenía razón el loco!

La reputación no es otra cosa que el concepto que los demás forman de un hombre.

Favorable ó adverso, falso ó verdadero, ese juicio público es un fallo inapelable.

Pero como el error es el patrimonio del hombre, yo creo que la mayor parte de las veces se equivoca en sus juicios.

De ahí vienen tantas reputaciones usurpadas, tanto pedazo de barro vil convertido en celebridad por los caprichos de la fortuna, por el interés de los unos, la debilidad de los otros y por la aceptación inconsciente de la gran mayoría.

He leído de algunos periódicos, tratándose de mí – el fecundo, el chistoso, el ilustrado escritor, y por supuesto que, entre las gentes que no me conoce de cerca, habrá muchos que crean todo eso.

Pero yo, que sé cuál es mi fecundidad, y lo que puede esperarse de ella; que conozco que mis chistes, si algunos he tenido, no son hijos míos, sino de las ridiculeces de los otros; que sé que toda mi ilustración se reduce á los epigramas de Quevedo, á las hazañas de Don Quijote, y á unos retazos de historia antigua, no puedo menos que reírme de la ilustración que me, atribuyen amigos generosos ó equivocados.

Así es que cuando yo oígo decir Don Fulano es muy fecundo, digo en mis adentros: -- Será como yo; tendrá una larga familia.

Cuando oígo decir de un Don Sutano, á quien no conozco, que es muy ilustrado, digo para mí: -- Habrá leído los refranes de Sancho, sabrá que hubo valientes llamados los Gracos y un tal Julio César, y habrá leído Girondinos.

Cuando yo formé parte del gabinete nacional, nadie me nombraba, particularmente en las peticiones, sin decirme: El activo ministro, el probo ministro, el popular ministro.

¡Oh celebrada actividad! Es la época de mi vida en que he dormido más! ¿Quién no duerme tranquilamente en el regazo del Presupuesto?

Mi probidad no quedó desmentida, pero tampoco quedó probada, porque en aquella época se hallaba el tesoro exhausto, y no se puede saber quién come turrón, cuando no hay turrón.

Además, en aquel tiempo estaba de moda la honradez; nadie robaba; de tal modo, que, gentes que han mostrado después una excelente vocación para el arte, manejaron fondos públicos y no dieron nada que decir.

La gente creía que , de buena fé, que era malo disponer del tesoro público, lo que resultó ser, á poco andar, la cosa mejor y más inocente del mundo!

¡Cómo se van perfeccionando las ideas!

El jefe del Gobierno con quien yo serví, salió de la presidencia á poner una escuela para ganar el pan.

Con semejante jefe, ¿qué recurso nos quedaba a los subalternos?

Mi popularidad duraba, para cada conciudadano, hasta el día que llegaba á proponerme un contrato inaceptable, ó á pedirme un destino que yo no podía darle.

Por eso, cuando leo en los periódicos los elogios que se tributan á los altos mandatarios, suelto una carcajada para adentro y me digo: — Esas notabilidades deben ser como yo—y algo muy gordo y muy sonante debe estar buscando quien las encumbra tanto.

Esto no quiere decir que existan magistrados muy dignos y elogios muy merecidos. Esos los pongo aparte, y como son pocos, no me cuesta mucho trabajo separarlos.

Hablando de sus candidatos, dicen los periódicos eleccionarios: — “La reputación de que goza nuestro jefe es debida á su talento, á su patriotismo y á sus ideas liberales y progresistas, nunca desmentidas”.

No importa que sea un déspota; hay que engalanarlo con las ideas liberales y progresistas: sin esos relumbrones, no puede atraerse la opinión del pueblo.

Es preciso convidar al toro con una muleta de vivísimos colores: — el estoque está detrás.

Perdóneme el lector la inexactitud que hay en este símil— donde dice toro léase buey.

Cómo se ríe todo el mundo de esas reputaciones forjadas en frío, con periódicos insulsos; que se reparten gratis, y que todavía hay que pagar á los suscriptores para que los lean!

Y qué quedaría de sus grandes cualidades, si llegara el candidato á triunfar y á ponerse en evidencia?

Un militar oscuro triunfa en una escaramuza, porque el enemigo tuvo más miedo ó menos pertrecho.

El parte oficial, escrito por un teniente que aspira á ser capitán, pinta la batalla como el suceso más trascendental del siglo, y hace del jefe un émulo de Alejandro.

Los periódicos oficiales copian el parte y le aumentan y comentan en beneficio de su causa.

El general vencedor, se adueña de todo lo que el Gobierno ha dicho en provecho propio, y ya se cree dueño de la suerte de la Patria, y mira al Gobierno como á un protegido, que debe pagarle muy cara su protección, en honores, sueldos y regalías cuantiosas.

El vulgo le mira tan altanero y tan galoneado, que comienza á creer que es un gran hombre y á tenerle miedo.

Cuando pasa por una esquina, preguntan los curiosos:

—¿Quién es ese? — Y responde uno que le conoce:

—¿Ese? Ese es un demonio; ese es el General Cienfuegos; el que tomó las fortificaciones de Baruta á fuego y sangre y …dicen que no amarró á los prisioneros…

El auditorio se queda mudo de espanto, y la fama crece y crece…

Pero un día, el Gobierno se cansa de su ambición y de sus exigencias, y le quita el empleo, y le deja por los clubs haciendo discursos, conquistando partidarios con champaña, y contando hazañas que provocan la risa de sus oyentes—hasta que uno del mismo jaez, le insulta y lo humilla, y viene á tierra aquella gran reputación, fundada en haber hecho correr en Baruta á unos hombre desarmados!

Y qué diremos de esos discursos de la corona, llamados por acá Mensajes, siempre tan elocuentes, tan luminosos y tan patrióticos!

Ah! Cómo han conquistado reputación de sabios y de talentosos algunos magistrados, valiéndose de plumas prestadas!

Y oígo usted la prensa ministerial y á los amigos del momento.

Qué talentazo! Qué rollo de documentos! Qué pedazo de hombre!

Ya se ve! Quien tienen la llave de todas las mercedes, y las dispensa con largueza, no puede menos que ser un pasmo de sabiduría!

… Pero llega el día en que ese mismo hombre, tan eminente suelta las riendas del Gobierno y las llaves del Tesoro, y entonces exclaman los mismos administradores de la víspera:

— Qué vergüenza! Cómo ha podido este imbécil gobernar un país civilizado?

…Ahora sí que tenemos presidente!

Y sigue la música, el incensario y los cohetes, hasta comienzan á doblar las campanas…

Así son los hombres. Fabrican unos gigantes por interés ó por simpatías, y los exponen sobre pedestales de arena á la adoración de las multitudes.

Pero se acerca cualquiera al ídolo; lo examina con la lente de la verdad y no encuentra más que las miserias, fragilidades y pequeñeces que tenemos todos.

Hay sin duda muchas reputaciones merecidas; esas que se fundan en el verdadero mérito; esas que no imploran aplausos ni los necesitan.

Para ellas toda mi veneración.

F. DE SALES PÉREZ

Valencia: abril de 1890.

Publicado en el primer número del Cojo Ilustrado, 1ro de Enero de 1892