sábado, 28 de julio de 2007

Memoir


Esteban, después de mucho tiempo, regresaba a su pueblo natal a reencontrarse con sus padres, los amigos, la familia de sus padres y la familia de los amigos. Había decido caminar un par de cuadras para sorprender a su gente.

El pueblo lucía como lo había dejado años atrás. La calle, en donde vivía su familia, se encontraba un poco más deteriorada, pero las casas destellaban el mismo aspecto de esmaltes desgastados, con similares sombras, por la puesta del sol a la hora convenida todos los días. La escena como lo recordaba desde su infancia.

Una vez hubo llegado al porche de la casa de sus padres, Esteban, volvió su mirada a través de la calle y se reencontró con la vivienda de su viejo amigo Tirso. Una invasión de imágenes revivió su memoria juntos: los juegos de metra, hacer y volar papagayos, aprender a leer la hora, escaparse para bañarse en la lluvia, los juegos de pelotita de goma, los libros, la mata de mamón, las peleas y las medicinas de Tirso que debía tomar todos los días. Una ventisca revivió olores y sabores; los helados de la bodega, las guayabas, la pulpa de tamarindo, los mangos verdes, la Pepsi y el pan.

De pronto, Tirso salió al porche de su casa, y levantó la palma de la mano en señal de saludo. Esteban devolvió la cortesía de la misma manera añadiendo una sonrisa secuaz que evocaba época y selló el reencuentro. Tirso emuló la sonrisa de su amigo, y entró a su casa dúctilmente, mientras que Esteban hizo lo propio.

Victoria la mamá de Esteban, lo recibió con gran entusiasmo. Lágrimas de añoranza se asomaron en las caras de ambos. Madre e hijo dejaron correr las emociones.

— Mamá, no sabes cuanto había querido volver. Que bueno estar otra vez en casa. Todo luce igual. Hasta tú mi viejita te has conservado mejor que esa mata de yaque. Hasta vi a Tirso en su casa. — Le comentó Esteban.

— Esteban, hijo, pero Tirso murió hace seis meses, de un infarto causado por su condición de siempre. — Replicó Victoria, mientras tomaba la cara de su hijo entre sus manos con ternura.

sábado, 14 de julio de 2007

Amor mudo

Clara esperaba que Ricardo la complaciera, la escuchara y sobre todo la entendiera. Tenía muchas cosas que decirle. Habían quedado para cenar a las ocho . El silencio había hecho mucho daño a aquella relación. El encuentro se había convertido en una última oportunidad para la reconciliación.

Clara esperaba resignada en el sitio acordado. Una copa de agua mineral fría valía como prisma en la mesa bañada por la luz de una vela. La vista de ella se perdía en la degradación de colores y entre las turbulencias de luces atrapadas en el vidrio. Su gusto se refrescaba después de cada trago. El agua olía antiséptico, limpio y dulce. Las gotas condensadas sobre la pared del recipiente emulaban lo que había sucedido infinitamente sobre su rostro.

Ricardo había planeado una sorpresa para cambiar su suerte. Se dirigía apresurado a su cita a pesar de andar a tiempo. No quería llegar tarde, porque lo más importante era no olvidarse lo ensayado. Temía no ser entendido, fallar una vez más a su amada y verse ridículo. En su mente se repetía una y otra vez la escena embarazosa de la última pelea en público. La frustración de ella por la incapacidad de él de hacerse entender y deducirla.

Ricardo la encontró en la mesa como se lo había imaginado. Clara estaba iluminada por la luz de una vela. Su rostro, lozano y angelical, parecía hipnotizado por un vaso de agua dispuesto sobre la mesa. A medida que se acercaba, su corazón latía más fuerte, sentía humedecerse sus manos y secarse su garganta. La sorprendió con un beso suave, cálido e intemporal afincado sobre su mejilla. Clara cerró sus ojos y se dejó llevar por sus sentidos. Ricardo olía a cilantro y a pintura de óleo; debía venir del estudio en su casa, quizás estuvo pintando, quizás estuvo labrando, quizás ambas cosas.

Sobre la mesa los dos hablaban sin emitir sonidos. Sus dedos bailaban sobre sus manos, pintaban en el aire, señalaban sus cuerpos. Sus manos se escondían y aparecían. Con los gestos se arrancaron sonrisas y caricias. Bailaron una música invisible aprobada por sus cuerpos. Ricardo le habló a Clara por primera vez, y Clara lo dejó establecerse en su mundo lleno de colores, sabores, mimos y olores.

miércoles, 11 de julio de 2007

Far from the moon, a moon walker...


Far, far from the moon a walker is walking. The moon became too boring and the earth is worth watching.

The power from the moon has been unleashed...